Tiempo estimado de lectura: 4.42 min.

Todos tenemos una huella microbiana única conocida como Microbiota o Microbioma, ese ecosistema bacteriano empieza a formarse en el vientre materno.

Aunque asociemos siempre la microbiota al intestino, la realidad es que ésta se extiende a la mucosa de órganos como la piel, vagina, vejiga, pulmones, hasta en el propio sistema nervioso central. Además todas ellas están en constante diálogo, es una pasada la inteligencia con la que estamos hechos.

La microbiota intestinal suele ser la protagonista por ser la más grande y diversa. No solo contiene cepas bacterianas, sino otros microorganismos como hongos y parásitos. Todos ellos conviven (o deberían convivir) en perfecta armonía, sin racismos. Es lo que se llama relación “simbiótica”, una relación amistosa.

Cuando esta relación se ve alterada (mala alimentación, abuso o mal uso de antibióticos, falta de movimiento, estrés, tabaco, contaminación ambiental..) ese equilibrio se va minando. Aquellas bacterias que puedan atacar a su anfitrión serán las que proliferen, generando una disbiosis como mecanismo de defensa ante la amenaza.

La entrada de microorganismos patógenos es capaz de alterar nuestro sistema inmunitario al perjudicar la mucosa intestinal, es decir, la capacidad de filtro de nuestro intestino. Lo que conocemos como permeabilidad intestinal.

La mucosa controla el paso de tóxicos, bacterias, nutrientes... Su mal funcionamiento a menudo desemboca en la entrada de bacterias y microorganismos que generan un estado de inflamación sistémica, con cambios en nuestro sistema inmunitario aumentando las reacciones a ciertos alimentos: alergias e intolerancias.

Esa disbiosis es la que nos provoca los síntomas, eso que a menudo diagnostican como síndrome de intestino irritable. Ahora la tarea se centrará en detectar ante qué tipo de desequilibrio nos encontramos, lo más habitual es encontrarnos con:

  • Parásitos
  • Hongos y levaduras (candidiasis)
  • Proliferación de clostridium y arqueas

En función de si se encuentran en el intestino grueso o delgado, hablaremos de LIBO o SIBO respectivamente.

¿Cómo podemos sospechar la presencia de disbiosis?

Aunque no hay un único síntoma y a veces se solapa con otras cuestiones del día a día, la realidad es que la disbiosis (desequilibrio de la microbiota) no tiene por qué manifestarse en tus digestiones. Puedes tener digestiones perfectamente saludables y aun así manifestar:

  • Pérdida o ganancia de peso inexplicable o sensación de vivir hinchadx
  • Intolerancias o alergias a múltiples alimentos
  • Heces flotantes o que se pegan a la pared del WC
  • Déficits nutricionales en analítica (anemia crónica, ácido fólico, vitamina D, eosinófilos y basófilos elevados..)
  • Depresión, falta de foco cognitivo, nubleza mental
  • Problemas tiroideos
  • Fatiga crónica, dolores musculares y/o articulares
  • Frecuentes infecciones vaginales, urinarias, gripes..
  • Dermatitis, migrañas, rinitis..
  • Hongos en piel y uñas
  • Alteraciones del ciclo menstrual o ausencia de la misma en mujeres

Como podrás ver, lo raro hoy en día es tener un perfecto equilibrio de nuestra mircrobiota. El estilo de vida moderno (estrés, exposición a tóxicos, sedentarismo, uso de antibióticos, antiácidos..) acribillan nuestra diversidad microbiana y predisponen para el desarrollo de microorganismos patógenos (candida albicans, clostridium, parásitos, archaeas…).

El problema no es que estos microorganismos estén presentes, el verdadero desastre viene cuando se “comen” el terreno de nuestras bacterias con funciones protectoras e inmunomoduladoras. Es ahí cuando pueden llegar a generar un desequilibrio en nuestro sistema inmunitario y en consecuencia todos los síntomas que hemos comentado..

Por eso, si te diagnostican con Síndrome de Intestino Irritable por simplemente presentar síntomas, pero todas las pruebas convencionales te dan negativo (colonoscopias, cultivos..) no te quedes con eso. Hoy en día tenemos un sinfín de pruebas complementarias que nos ayudan a ahondar en la raíz del problema.

¡No te quedes de brazos cruzados!

¿Cómo podemos confirmar su diagnóstico?

  • H. Pylori: La biopsia arroja muchos falsos negativos, las formas más fiables son: medir anticuerpos en sangre y la prueba de aliento.
  • SIBO: Test de aliento o de aire aspirado para informarnos del nivel de hidrógeno y metano que producen las bacterias a nivel intestinal.
  • Parásitos: Lo más fiable a día de hoy es, a través del uso de técnicas como PCR o test de disbiosis intestinal, aunque a menudo me encuentro con falsos positivos en lo que a parasitosis refiere.
  • Candidiasis : Cultivos de heces para observar presencia de levaduras, anticuerpos en sangre (IgG e IgM) contra cándidas. Es importante hacer estas pruebas en fase “activa”. Si la cándida está “dormida” de nuevo nos encontraremos con falso negativo

En España solemos trabajar con un estudio de microbiota o disbiosis en heces. Es una inversión que merece muchísimo la pena, nos da información de calidad sobre los microorganismos que habitan en el tracto digestivo de la persona.

Estas pruebas nos sirven para orientar el diagnóstico, pero la clínica y los síntomas de la persona tienen la última palabra siempre. No olvidemos que nos encontramos con muchos “falsos negativos” (pruebas negativas aun en presencia de disbiosis).

Gut Day

QUIERO VERLO

¡No analizamos test, analizamos personas!

Espero que este artículo ayude a comprender mejor tu sintomatología, y a encauzar tu propio camino para cronificar tu salud.

Si te gustó y crees que puede venirle bien a algún amigx o familiar cercano, no dejes de compartir este artículo.

Si tienes cualquier tipo de duda, siempre puedes unirte a nuestro grupo de WhatsApp. Nuestro equipo de profesionales resolverá tus inquietudes y necesidades.

ÚNETE AQUÍ

Nos vemos en el siguiente con las distintas opciones y herramientas prácticas que tenemos para resolver el problema.

Rocío